Harry Schwartz
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Alexandra Bascourt
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Él: Bruce Willis | Ella: Meg Ryan |
Soy Harry Schwartz, coronel de las fuerzas de la ONU en el Congo. He luchado en más guerras de las que quiero recordar. Soy un tipo duro, pero, aunque esté mal que yo lo diga, tengo un corazón de oro. Un corazón que desde hace poco tiene dueña: una pequeña doctora que siempre está dispuesta a correr más riesgos de lo que me gustaría y a la que admiro intensamente.
Soy la doctora Alexandra Bascourt; dejé mi cómoda vida en París para empezar de nuevo en África. Me encanta mi trabajo en el pequeño dispensario de la misión, adoro a mis pacientes, tan pobres en cosas materiales, pero, sin embargo, ricos en alegría de vivir. Creo que me gustaría quedarme aquí para siempre. Reconozco que el coronel Schwartz es un hombre admirable en muchos aspectos, pero hay algo en él que me inquieta; algo me dice que podría ser peligroso para mí...
En la mayoría de mis novelas no suelo dar mucha relevancia a los personajes secundarios, sin embargo, aunque no tienen un gran papel, en Empezar de nuevo me gustaría destacar a la hermana Marie Florit y a Kibibi, el ayudante del coronel.
(...) Alexandra terminó de limpiar la herida y la vendó para que no se infectara.
—Ya está. No es nada grave, en un par de días pásese por el dispensario para que le eche un vistazo.
—¿No me va a dar algo para el dolor? —preguntó el coronel mientras se ponía en pie, sin que se le ocurriera otra cosa para retenerla a su lado.
La joven lo miró sorprendida; si algo sabía del coronel era que se trataba de un tipo estoico, acostumbrado a sufrir en silencio. A Alex le desconcertaba que ahora armara tanto alboroto por ese arañazo sin importancia después del suplicio que se había visto obligado a soportar cuando lo hirieron en la selva, pero, sin decir nada, le tendió un calmante. El militar lo tomó y agarró de paso la mano femenina atrayéndola hacia él.
—Doctora... —susurró.
—¿Qué le ocurre coronel? —preguntó, extrañada por su comportamiento.
—Alexandra, me muero por besarte... —El militar colocó la mano detrás de su nuca y posó sus labios sobre los de ella, en una caricia tan ligera, que Alex apenas fue consciente de lo que estaba ocurriendo. (...)
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Maria O.D.
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