Las Highlands. ¿Qué lectora de novela romántica no ha querido transportarse en el tiempo para ver la Escocia medieval con sus highlanders y sus kilts? Seguramente si lo hiciéramos el romanticismo se desvanecería en el acto, o tal vez no, quien sabe. Lo que sí es seguro es que Escocia posee uno de los paisajes más hermosos que he visto y es allí donde transcurre la historia de mi primera novela. Es imposible estar ahí y no inspirarse.
La novela se ambienta a en el siglo XIII, en la Escocia medieval, bajo el reinado de Alexander III. Cuando empecé a escribir no lo hice con el objetivo de hacer una novela histórica documentada, ciertamente la figura del rey es interesante al igual que su reinado y el de su padre, pero si alguien quiere encontrar una historia fiel a la realidad, costumbrista y con detalles históricos siento que les voy a decepcionar no fue mi intención hacer una novela que no forme parte de las historias románticas donde la autora se tome más de una libertad con las costumbres de la época.
Desde el principio quise hacer una lectura amena, ágil y sencilla, más centrada en el romanticismo de las novelas históricas que tanto nos gusta leer al estilo Julie Garwood, que no en un libro histórico lleno de detalles y matices sobre la vida en el siglo XIII.
Ronald Kinnon
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Edora McKenzie
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Él: Sebastián Rulli
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Ella: Natalie Portman
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Ronald Kinnon: Yo soy un señor de las highlands, un guerrero, un hombre orgulloso de saber que todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso. Mi inteligencia y los servicios al rey Alexander III me ha hecho un hombre rico y poderoso. Mis hombres y la gente de mi clan me respetan por ser justo y por saber que daría mi vida para protegerlos. Los demás me respetan por el simple temor que infunde mi nombre. Aunque a la nueva señora McKenzie parece que le infundo poco. A pesar de lo que aparento jamás he tolerado injusticias en mi casa, ni las he inflingido fuera de ella. Respeto las viejas tradiciones, quizás porque no me gusten los cambios aunque mucho me temo que tendré que acostumbrarme a ellos.
Edora McKenzie: Tras el destierro de mi hermano y la muerte de mi padre, soy la nueva señora del clan McKenzie. Mi educación no ha sido la de una dama, desde pequeña mi padre me enseñó a luchar con la espada y el arco. Jamás aplacó mi espíritu y me convirtió en una rebelde. Enseguida supe que mi deber era casarme con un hombre fuerte que me ayudara a guiar a mi clan, aunque yo no me opongo, siempre he pensado que soy capaz de guiarlos yo sola. Se que tengo defectos: mi soberbia y orgullo me darán problemas y mi carácter y mi genio indomable no hacen de mí la esposa dócil que todos los hombres quisieran tener.
En mi novela trato con mimo a mis secundarios, me encantan y juegan un papel imprescindible.
Mi favorito sin duda es Broderick seguro que llegareis a entender porque. Ashling es la consejera, muy valiosa por su inteligencia y por poseer el don de la visión. Tamy pone la nota de humor, es una mujer anciana que ya ha vivido tanto que no teme a nada, ni siquiera al mal carácter de su biznieto.
Broderick: Es el guerrero, el highlander por excelencia. Un hombre fuerte y que infunde temor y respeto. Desde la infancia se preparó para el arte de la guerra. Huérfano, creció con el cariño de la gente del clan McKenzie, juró protegerlos y por eso aceptaría de buen grado casarse con Edora, aunque jamás la ha amado, quizás porque su corazón pertenece a otra sin saberlo, siempre y cuando tenga algún de corazón para ofrecer.
Ashling: Una mujer con un pasado misterioso y un futuro que la atormenta en sus visiones. Es una mujer inteligente, callada y de carácter dulce. En el norte los clanes la respetan por poseer el don de la visión y porque de su boca salen buenos consejos sabios y justos, por eso es una consejera itinerante. Será una aliada para Edora y siempre buscara la justicia ante todo.
Tamy: La bisabuela de nuestro Ronald Kinnon. Es una mujer anciana que ha perdido el miedo a decir lo que piensa y eso unido a una lengua viperina provoca más de un dolor de cabeza a nuestros protagonistas. Es la única de cantarle las cuarenta a su biznieto y aquella que lo adora y entiende que siempre se ha sentido solo y que tiene mucho más corazón del que aparenta. Pone el toque de humor porque siempre habla como si tuviera una razón absoluta y aunque todos piensen que chochea es la única capaz de ver las cosas claras desde el principio.
Aquí os dejo un pequeño aperitivo. No es la mejor escena de la novela, pero aquí arranca su historia, queda clara la atracción de los protagonistas a pesar de que parece que han nacido para ser enemigos. Y es que… una debe entender que no puede provocar a un señor de la guerra como Ronald Kinnon sin atenerse a las consecuencias. Y uno debe entender que jamás podrá quedarse indiferente frente a una mujer como Edora McKenzie.
Cuando Ronald azuzó el caballo para que saliera a galope, este lo hizo sin vacilar y Edora sintió como resistirse era inútil. Algunas lágrimas traicioneras se derramaron deslizándose por sus mejillas pero prefería morir antes de que Ronald Kinnon las viera. Mientras se alejaban, escuchó un potente silbido tras su oreja. Los Kinnon se replegaban para seguir a su líder, pues ya tenían aquello que habían ido a buscar:
A ella.
Se sintió estúpida por no hacer caso a Broderick y lanzarse de cabeza en una trampa ¿Y el pobre Robert? No quería ni pensar que habían hecho con él.
Se revolvió sobre sus muslos hasta que Ronald tuvo a bien sentarla y asfixiarla entre sus brazos. Tiró de su cabellera y la dejó a un lado.
—Si me molesta te la cortaré.
Ella se estremeció creyendo que hablaba de su cabeza y no de su pelo.
Ronald sintió aquel estremecimiento con sumo placer. Debía reconocer que tener entre sus brazos el cuerpo de una mujer como ella podría dejar sin aliento a cualquier hombre. Se imaginó por un momento sus cuerpos desnudos, entrelazados como deberían estar los de dos amantes apasionados. Bufó por aquella imagen e intentó centrarse.
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Xisca
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